jueves, 12 de junio de 2008

Desierto

Descenderé a cubrirte terrible y sofocante

Pisar el desierto descalza, el aire caliente, seco, que toca mi piel y la quebraja, siento como se parten mis manos y mis labios, siento polvo en mi cara y esta queda tirante, mis poros secos, me falta humedad.

El aire que respiro me cansa, mis pies están adoloridos y calientes, me pongo los zapatos y me atormentan, la ropa me pesa, me quito parte de mi ropa, pero el calor es tan grande que me atonta, luego de seguir caminando mi respiración es más fuerte, me pesan los parpados, tomo agua y no me refresca, miro la tierra y veo calor, veo el sol reflejado sobre el suelo.
Puedo ver las grietas que ha dejado el desierto, las piedras de color amarillo.

Miro para todos lados y puedo apreciar soledad, me siento desprotegida porque este calor me abrasa sin piedad, los orificios de mi nariz están secos, y mi cuerpo pareciera no tener ni una gota de humedad, mis labios no pueden ser refrescados por mi lengua, y a medida que sigo caminando siento que ese aire caliente entre en mi faringe y en mi esófago.

Camino y solo escucho mis pasos, puedo escuchar como viaja la arena con el viento, en ese momento necesito creer en algo, miro al horizonte y todo es extenso. Siento que me he perdido y no avanzo, es tanto el calor que mis músculos se han secado y ya no puedo caminar más.

Al principio no escuchaba más que mis ruidos, ahora puedo escuchar hasta la lagartija que se arrastra debajo de la piedra, los rayos solares me siguen penetrando, me secan. Después de una hora siento escalofríos, vuelvo a tomar agua, pero mi cansancio es tan grande que me siento parte de la arena, me siento quebrajada como la tierra. Mis ojos han perdido su humedad, casi no puedo ver, los cierro una y otra ves, esforzándome al máximo para recuperar la poca humedad que me queda.

Toco mi ropa y esta dura, la arena entró en ella, ahora siento la arena penetrando en todo, en mi bolso, en mis cosas.

He caminado todo el día y no he hablado, solo he sentido la aridez del desierto, esta me habla y yo la escucho con atención, me introduzco en esas grietas que veo y me siento parte de ellas, miro su profundidad, su volumen, y a través de eso puedo ver la deshidratación del desierto que pide auxilio.

Mis pupilas, mis parpados y mis ojos se han empequeñecido para evitar el paso excesivo de luz y evitar el polvo y la arena. Ya me siento absolutamente parte del desierto, pero al llegar la noche todo cambia, el frío es tan grande que vuelvo arroparme, el aire ahora entra helado a mis pulmones para luego salir tibio. Ahora puedo abrir bien mis ojos y mis pupilas se han agrandado, ahora la arena está fría, mis manos están heladas, termino mi camino y llegó a la casa, me saco la ropa y está tiesa, siento mi piel escamosa, mi cara tirante, mis pestañas duras, desde la protección de la casa huelo el frío hasta puedo tocarlo, sale y entra de mis oídos haciendo un murmullo y siento la noche tan desolada como lo es el día.

*
Cuando estudiaba, me toco escribir sobre el desierto, como no lo conozco, cerré los ojos y lo imagine, el tema era como me vería yo en el desierto, escribí este texto y me saque un siete, la profesora lo encontró casi poético. Este texto lo escribí en 1989, hoy lo encontré, lo pase a Word y lo coloque aquí para recordar lo inspirada que estaba ese día.