domingo, 12 de octubre de 2008

La Rosa de Capuchino (leyenda)

Al sur de Chile había un cura muy conservador y tremendamente creyente, todos los domingos sus feligreses se confesaban, y no faltaban nunca a misa. Por lo tanto el estaba muy contento porque veía que todo su pueblo era devoto.

Un día después de la misa se acerco un hombre a conversar con él, era un forastero, el cura no lo conocía, el hombre le dice seriamente, padre necesito confesarme.

El cura lo lleva al confesionario y le dice que se arrodille, el hombre se arrodilla y empieza a confesarse y lo primero que le dice al cura es que él no es cualquier hombre, si no que es un hijo de Satanás, o mejor dicho Satanás mismo, el cura en ves de escandalizarse, piensa que este pobre forastero está loco, y le recomienda que terminen la confesión y se vaya a su casa a descansar, o vuelva de donde haya venido.

El hombre le dice, padre se lo puedo demostrar, pero si se lo demuestro, me tiene que perdonar todos mis pecados. El cura medio desconcertado, pero para terminar la cuestión rápidamente le dice, ok, demuéstremelo.

El hombre le dice padre pida un deseo el que usted quiera, y yo se lo voy a conceder, para mi no hay nada imposible, pida, el padre piensa y piensa, hasta que se le ocurre algo muy poco probable de conseguir, entonces le dice, en la Iglesia de Capuchinos, que queda en Catedral con Cumming, en Santiago, Región Metropolitana, hay un rosal, ese rosal es único en el mundo ahí crece una rosa muy rara, de un color burdeo, en ves de rojo, es casi aterciopelado, está justo detrás de la Iglesia lado norte, tráeme unas de esas rosas ahora y te voy a creer, pero te advierto que yo sé si es o no ese tipo de rosa, no me puedes hacer leso.

El forastero encuentra muy fácil el deseo pero antes de traerle la rosa necesitaba estar a solas en un cuarto sin ventanas, le pregunta al cura si hay algún lugar en la Iglesia con esas características. El cura pensó y pensó y recordó que en el sótano había una pieza sin ventanas donde se guardaban las sillas viejas, bajaron al sótano y el hombre entro al cuarto, le dijo al cura que esperara a fuera, y cerrara la puerta con llave, y que esperara 15 minutos y el tendría su rosa de la Iglesia de Capuchinos en sus manos, antes de quedar a solas y encerrado con llave el forastero le dejo en claro al cura, que no podía entrar por ningún motivo al cuarto antes de que se cumplieran los 15 minutos.

El cura salió, le echo llave a la puerta y se sentó afuera a esperar, cuando pasaron 5 minutos el cura se intranquilizo y se acerco con la llave y pensó abrir la puerta y terminar con está locura, pero luego se arrepintió pensando que la única manera de ayudar a este hombre era demostrándole que estaba enfermo y que no era hijo de Satanás. Al paso de 10 minutos ya no aguanto más la curiosidad y abrió la puerta.

Cuando miro estaba el forastero sentado en una silla pero el cuerpo del hombre estaba sin su cabeza, y no había rastros de sangre ni nada, era como si la cabeza habría sido cortada con una guillotina, sintió miedo pero pensó en que podía hacer, entonces saco un alfiler de su sotana, le saco el zapato al forastero y en la planta de los pies le clavo el alfiler, volvió a salir y rápidamente le echo llave a la puerta y muy asustado espero afuera que pasaran los 5 minutos que faltaban.

A los 15 minutos el forastero golpeó y grito para que le abriera la puerta, a lo que el cura hizo inmediatamente, entonces el salió del cuarto cojeando y llevaba en la mano una rosa de Capuchinos, al acercarse al cura con la rosa en la mano cojeaba y cojeaba, el cura le pregunto, hijo que te paso porque cojeas, no se señor le contesto el forastero, y le pasa la rosa al cura.

El cura queda impactado al ver que era realmente la rosa de Capuchinos, pero no sabe que hacer ni pensar, ya que lo había visto sin cabeza dentro del cuarto, finalmente pensó que el tipo era un ilusionista y le estaba jugando una talla de mal gusto.

El forastero le dice, ahora padre cumpla lo suyo, por favor quiero confesarme y que me perdone todos mis pecados, y así ser libre, ya no seré un hijo de Satanás, el cura le contesta lo siento hijo, no lo haré, aunque usted de manera muy extraña me haya traído la rosa, está mintiendo, si fuera un hijo de Satanás, no estaría cojeando y sabría que yo le inserte un alfiler en su pie, mientras estaba encerrado en el cuarto.
El forastero lo mira y no dice nada, se agacha se saca el zapato y se saca el alfiler de la planta de los pies, no sangra ni una gota, luego se retira y se aleja de la Iglesia.
Al alejarse le grita al cura, usted no cumplió con su promesa y lo que tiene en la mano no es una Ilusión.
Nunca más se volvió a ver al forastero y pensar que él solo quería el perdón; y el cura del pueblo se lo negó.